CLUB DE SOFÍA
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
COMPETENCIA: La competencia crítica busca fortalecer en
el estudiante el ejercicio de la autonomía, la autocrítica, el espíritu de
libertad y el desarrollo del pensamiento, que le permitan apropiarse y
transformar su entorno, su realidad y su mundo, por medio de la
interdisciplinariedad e integración de los saberes de las diferentes áreas.
APRENDIZAJES
ESPERADOS:
Identifico prejuicios,
estereotipos y emociones que me dificultan sentir empatía por algunas personas
o grupos y exploro caminos para superarlos. (Desde la competencia ciudadanas
insertadas en el plan de filosofía)
Indago los
argumentos, evidencias y hechos que llevan a los otros a pensar y expresarse de
una forma determinada. (Desde la competencia labora, insertada en el plan de
Filosofía
Lectura
y análisis de textos filosóficos: esta estrategia le permite
al estudiante ir más allá de la simple lectura, con el objetivo de identificar
la estructura, y las argumentaciones del autor, para contrastarla desde la
reflexión filosófica con otros pensamientos.
Por tanto es importante buscar con antelación el significado de las palabras
desconocidas, y tener en cuenta la concentración en la lectura para una mayor
comprensión.
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO DE VICTOR FRANKL
PARTE PRIMERA: UN PSICÓLOGO EN UN CAMPO DE
CONCENTRACIÓN
"Un psicólogo en un campo de concentración". No se
trata, por lo tanto, de un relato de hechos y sucesos, sino de experiencias
personales, experiencias que millones de seres humanos han sufrido una y otra
vez. Es la historia íntima de un campo de concentración contada por uno de sus
supervivientes. No se ocupa de los grandes horrores que ya han sido suficiente
y prolijamente descritos (aunque no siempre y no todos los hayan creído), sino
que cuenta esa otra multitud de pequeños tormentos. En otras palabras, pretende
dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo incidía la vida diaria de un campo
de concentración en la mente del prisionero medio? Muchos de los sucesos que
aquí se describen no tuvieron lugar en los grandes y famosos campos, sino en
los más pequeños, que es donde se produjo la mayor experiencia del exterminio.
Tampoco es un libro sobre el sufrimiento y la muerte de grandes héroes y
mártires, ni sobre los preeminentes "capos" — prisioneros que
actuaban como especie de administradores y tenían privilegios especiales— o los
prisioneros de renombre. Es decir, no se refiere tanto a los sufrimientos de
los poderosos, cuanto a los sacrificios, crucifixión y muerte de la gran legión
de víctimas desconocidas y olvidadas, pues era a estos prisioneros normales y
corrientes, que no llevaban ninguna marca distintiva en sus mangas, a quienes
los "capos" realmente despreciaban. Mientras estos prisioneros
comunes tenían muy poco o nada que llevarse a la boca, los "capos" no
padecían nunca hambre; de hecho, muchos de estos "capos" lo pasaron
mucho mejor en los campos que en toda su vida, y muy a menudo eran más duros
con los prisioneros que los propios guardias, y les golpeaban con mayor
crueldad que los hombres de las SS. Claro está que los "capos" se
elegían de entre aquellos prisioneros cuyo carácter hacía suponer que serían
los indicados para tales procedimientos, y si no cumplían con lo que se
esperaba de ellos, inmediatamente se les degradaba. Pronto se fueron pareciendo
tanto a los miembros de las SS y a los guardianes de los campos que se les
podría juzgar desde una perspectiva psicológica similar.
SELECCIÓN ACTIVA Y PASIVA
Es muy fácil para el que no ha estado nunca en un campo de
concentración hacerse una idea equivocada de la vida en él, idea en la que
piedad y simpatía aparecen mezcladas, sobre todo al no conocer prácticamente
nada de la dura lucha por la existencia que precisamente en los campos más
pequeños se libraba entre los prisioneros, del combate inexorable por el pan de
cada día y por la propia vida, por el bien de uno mismo y por la propia vida,
por el bien de uno mismo y por el de un buen amigo. Pongamos como ejemplo las
veces en que oficialmente se anunciaba que se iba a trasladar a unos cuantos
prisioneros a un campo de concentración, pero no era muy difícil adivinar que
el destino final de todos ellos sería sin duda la cámara de gas. Se
seleccionaba a los más enfermos o agotados, incapaces de trabajar, y se les
enviaba a alguno de los campos centrales equipados con cámaras de gas y
crematorios. El proceso de selección era la señal para una abierta lucha entre
los compañeros o entre un grupo contra otro. Lo único que importaba es que el
nombre de uno o el del amigo fuera tachado de la lista de las víctimas aunque
todos sabían que por cada hombre que se salvaba se condenaba a otro. En cada
traslado tenía que haber un número determinado de pasajeros, quien fuera no
importaba tanto, puesto que cada uno de ellos no era más que un número y así
era como constaban en las listas. Al entrar en el campo se les quitaban todos
los documentos y objetos personales (al menos ése era el método seguido en
Auschwitz), por consiguiente cada prisionero tenía la oportunidad de adoptar un
nombre o una profesión falsos y lo cierto es que por varias razones muchos lo
hacían. A las autoridades lo único que les importaba eran los números de los
prisioneros; muchas veces estos números se tatuaban en la piel y, además, había
que llevarlos cosidos en determinada parte de los pantalones, de la chaqueta o
del abrigo. A ningún guardián que quisiera llevar una queja sobre un prisionero
—casi siempre por "pereza"— se le hubiera ocurrido nunca preguntarle
su nombre; no tenía más que echar una ojeada al número (¡y cómo temíamos esas
miradas por las posibles consecuencias!) y anotarlo en su libreta. Volvamos al
convoy a punto de partir. No había tiempo para consideraciones morales o
éticas, ni tampoco el deseo de hacerlas. Un solo pensamiento animaba a los
prisioneros: mantenerse con vida para volver con la familia que los esperaba en
casa y salvar a sus amigos; por consiguiente, no dudaban ni un momento en
arreglar las cosas para que otro prisionero, otro "numero", ocupara
su puesto en la expedición. De lo expuesto hasta ahora se desprende que el
proceso para seleccionar a los "capos" era de tipo negativo; para
este trabajo se elegía únicamente a los más brutales (aunque había algunas
felices excepciones). Además de la selección de los "capos", que
corría a cargo de las SS y que era de tipo activo, se daba una especie de
proceso continuado de autoselección pasiva entre todos los prisioneros. Por lo
general, sólo se mantenían vivos aquellos prisioneros que tras varios años de
dar tumbos de campo en campo, habían perdido todos sus escrúpulos en la lucha
por la existencia; los que estaban dispuestos a recurrir a cualquier medio,
fuera honrado o de otro tipo, incluidos la fuerza bruta, el robo, la traición o
lo que fuera con tal de salvarse. Los que hemos vuelto de allí gracias a
multitud de casualidades fortuitas o milagros — como cada cual prefiera
llamarlos— lo sabemos bien: los mejores de entre nosotros no regresaron.
ACTIVIDAD
1.
¿Cómo es la vida de un prisionero en
el campo de concentración?
2.
Viktor Frankl que había perdido
todo; había visto destruir todo lo que valía la pena; que padeció hambre, frío
y un sinfín de brutalidades… ¿cómo acepto que la vida era digna de vivirse?
3.
¿Quiénes eran los “kapos”?
4.
¿Cuál es el impacto que tiene en los
prisioneros el hecho de que los Kapos tengan la responsabilidad que se les
asigna?
5.
¿Por qué es importante mantener la
“ilusión del indulto”?
6.
¿Cuáles son las sensaciones que te
produjo las narraciones descriptas en este capítulo?
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